Y es que no deja de ser significativo que esta pandemia se esté dando precisamente en tiempos de cuaresma. Se tratan ambos, finalmente, de un período en el que, a pesar, o más bien gracias al sufrimiento y al dolor, se espera que las personas resulten “purificadas”, luego de un proceso de introspección.
Cómo hacer para que, en medio de tanta incertidumbre y en algunos casos de mucho dolor, podamos salir mejores personas, “purificados” o “iluminados”. No podemos dejar que todo esto esté pasando en vano. Y así como en cuaresma los cristianos realizan una serie de actos que les permiten llevar un camino de preparación espiritual, todos los seres humanos, independiente de la religión o creencias, deberíamos también durante el tiempo que dure esta pandemia, revisarnos y comenzar un camino que nos lleve a un mejor mundo que el que habitamos hoy.
Es momento de repensar nuestra forma de organizarnos y de relacionarnos con nosotros mismos y con otros. De darle valor a otras cosas, adoptar otros ritmos, tener diálogos generativos y estar abiertos al cambio. Porque si en algo hay consenso, es en que este mundo será otro después de esta crisis.
¿Cómo puede afectarnos esto en nuestros trabajos? Seguramente surgirán nuevos liderazgos, serán otras conductas y actitudes las valoradas, habrá otro tipo de acuerdos y contratos. Se requerirán nuevas destrezas, habilidades y conocimientos, por lo que la valoración del talento también será modificada. Varios negocios deberán reinventarse.
¿Estaremos, como profesionales, a la altura? Depende de nosotros estarlo. No dejemos de pasar la oportunidad de revisarnos a nosotros mismos, de identificar de qué modo podríamos aportar a este nuevo mundo con nuestros talentos, de qué manera podemos estar mejor preparados. Vivamos nuestro propio proceso de introspección, para que esta pandemia vivida en cuaresma, tenga sentido.