La vida transcurre en una vorágine de acciones que día a día nos movilizan a interactuar y a desempeñarnos en diferentes ámbitos. En el vínculo que generamos con las personas a nuestro alrededor, se van creando órdenes jerárquicos naturales, que nos permiten funcionar como distintos sistemas con características únicas y propias.
Un ejemplo de ello es la familia, donde son los padres quienes generalmente ejercen un liderazgo sobre los otros miembros del grupo; el colegio, donde profesores y profesoras guían los procesos educacionales de niños y jóvenes; o el trabajo, donde jefaturas entregan las directrices a sus equipos para que las organizaciones funcionen de manera adecuada.
Así, desde muy pequeños, aprendemos a reconocer personas que están a cargo de nosotros y por ende de nuestros procesos de vida.
Sin embargo, al no ser entes pasivos, todos alguna vez hemos ejercido un rol de líder en la vida, y con ello, hemos tenido que recurrir a grandes fortalezas para poner a disposición lo mejor de nosotros.
El ser líder nos pone tareas complejas y satisfactorias a la vez. Es un estado que nos desafía a superarnos en el día a día y a velar porque la misión encomendada se desarrolle con éxito, considerando el bienestar integral de las personas que hacen posible ese logro.
Actualmente estamos en un momento de nuestra historia en el cual todo se detuvo. El quiebre por la aparición del COVID 19 en el planeta ha sido para muchos, devastador. Aparecen nuevas formas de re-mirar rutinas, emerge la incertidumbre y el colapso de lo que creíamos estable.
Desde nuestros puestos en diferentes ámbitos de la vida, tenemos que coordinar acciones para retomar cierta normalidad. En este contexto, junto con las medidas sanitarias instruidas por las autoridades de salud, se le encomienda una tarea de gran envergadura a quienes son responsables de liderar.
En el ambiente laboral, surgen dudas sobre cómo seguir funcionando a partir de un modelo de productividad que sea efectivo para entregar el servicio comprometido. Así, nuevas metodologías de vinculación a través de plataformas digitales, la reducción de personas por turnos éticos y la coordinación sistemática de los diferentes actores, son las tareas del momento.
El uso de herramientas tecnológicas ha tenido un crecimiento exponencial y ha adquirido un rol fundamental en ésta crisis, y por ello, gran parte de la fuerza laboral activa se ha visto obligada a adaptarse rápidamente a trabajar de manera virtual. Sin embargo, nos encontramos también frente a muchas personas que no han actualizado sus conocimientos digitales y parecen quedar postergadas frente a las nuevas formas de producción. Ante esto, es importante que los líderes desarrollen la confianza y la paciencia para permitir que, de a poco, los trabajadores comprendan estas nuevas vías y administren sus tiempos de manera efectiva, como lo es en el caso del teletrabajo.
Junto con la gestión de estas modalidades, ya sea en línea o a nivel presencial, el líder de hoy se enfrenta a otro escenario: velar por el cuidado de la salud física y emocional de los equipos a los cuales guía, poniendo especial atención en la contención y adaptación de las personas ante esta nueva forma de trabajar.
Emociones como miedo, angustia, tristeza y resignación aparecen con mayor evidencia en los ambientes laborales y por ello, el apoyo y acompañamiento de los líderes es fundamental para asegurar el bienestar psicológico de los trabajadores.
Es así, como la empatía, la presencia sistemática y la comunicación continua, se configuran como elementos claves que deben poseer los líderes frente a sus equipos. Esto, en conjunto con una actitud positiva y esperanzadora, podrá incidir de buena manera en el aumento de la seguridad y confianza de los trabajadores, y así se podrá asegurar de una forma distinta pero no menos eficiente, el logro de metas y el éxito laboral en tiempos de crisis.